Han pasado casi 2 años desde uno de los mayores avances en la ciencia espacial, la publicación de la primera imagen de un agujero negro, y nuestro propio conocimiento de estos pozos gigantes, aterradores e insondables ha crecido considerablemente desde entonces a medida que el increíble fenómeno se acumula cada vez más. búsquedas en internet y seguidores en redes sociales. Los científicos españoles fueron clave en la creación de las imágenes y, si alguna vez has estado esquiando en Sierra Nevada, te sorprenderá saber que el potente telescopio utilizado está ubicado a pocos metros de la pista donde te encontrabas.
La fotografía histórica creada y publicada el 10 de abril de 2019 involucró una red de ocho observatorios en todo el mundo y se centró en el agujero negro supermasivo en el centro de la galaxia Messier-87, o M87, a unos 53,3 millones de años luz de nuestro planeta; una galaxia gigantesca situada en el (relativamente) cercano cúmulo de Virgo, explica el CSIC.
Se conectaron antenas de radio de todo el planeta, creando un telescopio virtual tan grande como la Tierra misma, con el fin de generar suficiente potencia de zoom para ver la parte exterior del agujero.
Esto todavía no tendría una base lo suficientemente ancha para capturar el agujero en su totalidad; en cambio, diferentes fotografías tomadas durante cuatro días por los diferentes telescopios, todas funcionando como un solo radiotelescopio, fueron encajadas juntas como un rompecabezas usando una computadora enorme.
El papel de Andalucía en el descubrimiento fue jugado por uno de los ocho telescopios, el IRAM 30m, en la cordillera de Sierra Nevada en la provincia de Granada. De hecho, fueron los científicos en España quienes plantearon por primera vez la teoría de que un agujero negro puede ser una puerta a otras partes del universo en lugar de comerse todo a su paso. En la práctica, la imagen no es del ‘agujero negro’ en sí mismo, ya que estos no emiten ningún tipo de radiación que los haga visibles; la enorme imagen creada es del anillo de luz que lo rodea siendo absorbido por su centro.
Albert Einstein, con su teoría de la relatividad, propuso por primera vez la idea de un agujero negro a principios del siglo XX como un punto sin retorno del que nada, ni siquiera la luz, podía escapar, en el que nada podía vivir dentro y del que nada podía salir. Stephen Hawking desarrolló la teoría de los agujeros negros en la década de 1970 y, por su trabajo, sabemos que esta es la etapa de evolución final de las estrellas supermasivas: cuando una estrella se está muriendo, se pliega sobre sí misma y su masa se aprieta en una superficie mucho más pequeña, convirtiéndose en lo que se conoce como una «enana blanca» y, si este proceso de extrema gravedad continúa, se pliega más y más hacia adentro hasta convertirse en un agujero.